En un mundo cada vez más digitalizado, coexistencia de efectivo y digital no es una utopía, sino una necesidad real para millones. A pesar del avance de las tecnologías de pago, el efectivo conserva un papel insustituible en la vida diaria de muchos ciudadanos y economías locales.
El uso del efectivo ha experimentado una tendencia a la baja a nivel global en los últimos años. En 2021, el 17,9% del valor de las transacciones comerciales tradicionales se realizó en billetes y monedas. Se proyecta que esa cifra caerá al 9,8% en 2025, y en Norteamérica al 5,6%.
No obstante, esta disminución no es homogénea. En regiones como Medio Oriente y África, el 31,3% de las transacciones siguen siendo en efectivo, mientras que América Latina alcanza el 23,6% y Asia-Pacífico el 7,7%. Estos datos muestran que el efectivo mantiene un protagonismo significativo donde la infraestructura digital es limitada o la confianza en ella es menor.
En España, el 53% de los consumidores prefería en 2018 pagar en efectivo y el 87% de las transacciones físicas en punto de venta se realizaban con billetes o monedas. Además, el volumen de efectivo en circulación en el Eurosistema crece anualmente un 5% desde 2002, lo que ilustra la resiliencia ante cortes electrónicos incluso en economías muy conectadas.
Más allá de una simple preferencia, el dinero en efectivo ofrece beneficios tangibles para diversos colectivos y situaciones cotidianas. Entre las principales ventajas se encuentran:
Para entender el alcance real del efectivo, es útil revisar algunos de los datos más representativos:
En España, se estima que para 2025 un 5% de la población podría quedar en riesgo de exclusión financiera si se limitara el acceso al efectivo. Estas cifras subrayan la relevancia del dinero físico como instrumento de igualdad y seguridad.
Lejos de estar en declive, la gestión del efectivo evoluciona gracias a nuevas tecnologías. Los sistemas automáticos de reciclado de efectivo en sucursales y cajeros centralizados optimizan la contabilidad y reducen costes de transporte y almacenamiento.
La introducción de estos recicladores de billetes permite a bancos y comercios mantener suficiente liquidez y rotación sin incrementar riesgos de error humano. Además, impulsan la coexistencia de efectivo y digital al ofrecer soluciones híbridas que mejoran la experiencia del usuario y garantizan disponibilidad inmediata de recursos.
Imaginar una economía completamente desprovista de billetes y monedas plantea múltiples amenazas:
El efectivo no solo perdura por razones prácticas, sino también por arraigo cultural. En mercados locales y ferias, el billete es símbolo de confianza y trato directo. Tradiciones que valoran el intercambio cara a cara encuentran en el dinero físico un vínculo social.
La desaparición total del efectivo no es inminente ni deseable. En las próximas décadas, será fundamental mantener un equilibrio entre innovación y accesibilidad. Las políticas públicas deberán fomentar garantizar la inclusión financiera y diseñar normativas que protejan a los más vulnerables.
La coexistencia de medios de pago físicos y digitales representa la mejor estrategia para afrontar crisis, proteger la privacidad y asegurar que todos, independientemente de su nivel tecnológico, puedan participar plenamente en la economía. Con un enfoque equilibrado, el efectivo continuará siendo un pilar de estabilidad, libertad y confianza ciudadana.
Referencias