En un entorno económico marcado por la incertidumbre y las tensiones geopolíticas, las materias primas resucitan como una opción estratégica ineludible. Inversionistas de todo el mundo vuelven sus ojos hacia oro, plata, metales básicos y agrícolas en busca de protección frente a la volatilidad.
La persistencia de la inflación, junto con las disrupciones en las cadenas logísticas globales y el endurecimiento de las políticas monetarias, ha reforzado el interés en los commodities. Tras años de crecimiento moderado, los precios energéticos podrían caer hasta un 17% en 2025 y un 6% adicional en 2026, según el Banco Mundial. Al mismo tiempo, los metales y minerales, tras un alza del 2,5% en 2024, registrarían un descenso ligero en los próximos dos años.
Esta dinámica plantea un escenario mixto: por un lado, algunas materias primas muestran señales de sobreoferta, mientras que otras enfrentan d%C3%A9ficit estructural de suministro mundial. El café y la plata, por ejemplo, arrastran años de escasez que sostienen sus precios al alza, al tiempo que la transición energética empuja la demanda de cobre, litio y tierras raras.
Estos factores combinados redefinen el papel de las materias primas, no ya como reservas de valor marginales, sino como oportunidad de diversificar y proteger capital en carteras de largo plazo.
En mercados desarrollados y emergentes de América Latina, las materias primas tienen un doble rol: impulsan economías locales y, al mismo tiempo, sirven de refugio para capitales externos. Países exportadores como Chile, Perú y Brasil disponen de ventaja estratégica en recursos naturales, pero enfrentan la necesidad de garantizar cadenas de valor sostenibles.
Para carteras de inversores institucionales y particulares de la región, incorporar un porcentaje de commodities—entre 5% y 15% según perfil—puede significar una cobertura efectiva contra la devaluación de monedas y la erosión de poder adquisitivo.
Aunque la diversificación con commodities ofrece ventajas evidentes, no está exenta de fluctuaciones bruscas. La clave radica en una gestión activa y equilibrio de riesgos, adaptada a horizontes de inversión medianos y largos.
Para el inversor particular, las vías de entrada más accesibles son:
Es fundamental considerar costos de almacenamiento, comisiones y el impacto fiscal de cada instrumento. Asimismo, se recomienda revisar periódicamente la asignación, aprovechando correcciones de precios para reequilibrar la cartera.
La disciplina en la gestión y la asesoría de expertos pueden marcar la diferencia entre un posicionamiento oportunista y una estrategia sostenible.
En 2025, las materias primas vuelven con fuerza al centro de la escena inversora. Su carácter tangible, combinado con la demanda derivada de la transición energética y las tensiones geopolíticas, las convierte en piezas fundamentales para cualquier cartera diversificada.
Adoptar un enfoque de largo plazo, mantener un equilibrio adecuado y permanecer alerta a los riesgos inherentes permitirá a inversores de todos los tamaños aprovechar este renacer de las materias primas como activos clave. Ahora es el momento de reevaluar estrategias y sumar estas oportunidades al mapa financiero personal.
Referencias